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martes, 26 de octubre de 2010

LA AGONÍA DEL RÍO DE ORO

Por: Ana Katherine Toro Salamanca


Desde el viejo puente oxidado del Café Madrid, se observa dormido el que algún día fue majestuoso por la limpieza de sus aguas y su variedad piscícola. Sepultados por la arena unos rieles le acompañan al final de su trayecto; allí, muy cerca de la inhabilitada estación del ferrocarril, al norte de Bucaramanga, el Río de Oro, la corriente natural más sobresaliente del área metropolitana, mezcla sus contaminadas aguas con el río Suratá para formar el río Lebrija, luego de recoger los torrentes de aguas negras de más de 37 quebradas, cuyas condiciones ambientales son de muy baja calidad, debido a la gran concentración de residuos orgánicos y detergentes.

Más adelante el río continúa su curso y aumenta su caudal hacia el Embalse de Bocas, sin embargo, ninguna de las actividades recreativas y de subsistencia que se realizaban hace por lo menos 25 años son posibles en la actualidad. Ahora nadar es sinónimo de infección y pescar es todo un misterio, pues hace ya varios años que no se ven especies vivas. No obstante, algunos niños del sector de Vahondo en Girón, tienen como práctica habitual darse un chapuzón todas las tardes y para sorpresa de dermatólogos e investigadores, sus pieles están protegidas contra las bacterias pues han creado anticuerpos como mecanismo de defensa.

El recorrido desde la cabecera de la cuenca es extenso, pues se necesitan más de diez horas en vehículo campero, si se quieren apreciar los diferentes puntos neurálgicos del que ha sido por años, según estudios de la Corporación Autónoma para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga, Cdmb, el mayor centro de acopio poblacional y actividad económica en las últimas décadas.

Para conocer el Río de Oro en su condición más favorable se debe llegar más allá de Piedecuesta y hacer un desvío por una carretera angosta y sin asfaltar, donde un precario aviso indica el camino hacia Sevilla, un corregimiento ubicado a cinco kilómetros del nacimiento, en el páramo de Berlín. El aire frío circunda el lugar y el color celeste del firmamento se refleja en las cristalinas aguas de la quebrada El Rasgón, uno de los pocos afluentes que al desembocar en el Río de Oro no lo contamina, pues según los índices de calidad de agua de la Cdmb para el año 2007, la corriente es buena con un promedio de 79 puntos sobre 100, cifra que constituye el porcentaje más alto del informe. La Cdmb señala además los intervalos de calidad que oscilan entre 0 y 100 puntos e indican si el agua es óptima (80 - 100), buena (52 - 79), dudosa (37 – 51), inadecuada (20 – 36) o pésima (0 – 19). Ninguna de las quebradas o ríos pertenecientes a Bucaramanga y su área metropolitana presentó condiciones óptimas, 36 estuvieron entre dudosas, inadecuadas y pésimas y sólo 17 fueron buenas.

Para el historiador bumangués Edmundo Gavassa Villamizar, quien conoce el Río de Oro hace más de 60 años, los afluentes se han modificado con el tiempo por diversas circunstancias. Una de las más notorias es la urbanización en territorios no aptos, ya que cada nueva casa por pequeña que sea requiere un sistema adecuado para arrojar sus residuos orgánicos, “el problema radica en que por facilidad y economía, los habitantes del sector instalan desagües clandestinos que desembocan directamente en ríos y quebradas, contaminándolos con heces y químicos usados para la fertilización de las plantas”, comenta Gavassa.

Después de la quebrada El Rasgón, la naturaleza intervenida por el hombre ofrece dos escenarios distintos. El bosque nativo, constituido por especies como robles, guarumos y guayacanes que protegen la montaña de la erosión, ha sido ampliamente reemplazado por cultivos de mora, cebolla y fríjol, plantados en la pendiente por los habitantes de la zona sin mayor instrucción.

Las áreas que se encuentran en cercanía de los páramos son de gran importancia para las poblaciones urbanas y rurales, ya que proporcionan las condiciones ambientales necesarias para el abastecimiento de agua del ecosistema. Es por eso que el corregimiento de Sevilla, ubicado a pocos kilómetros del nacimiento del Río de Oro en el páramo de Santurbán o Berlín, está protegido por el decreto ------ de conservación de ecosistemas de alta montaña. A pesar de esta norma, Rafael Ortiz, decano de la Facultad de Ingeniería Civil de la Universidad Pontificia Bolivariana, UPB, e investigador ambiental del área durante 25 años, afirma que los campesinos del sector continúan cultivando en pendientes de más de cuarenta y cinco grados, para lo cual necesitan talar el bosque primario que tarda años en recuperarse.

Jaime Monsalve, agricultor por tradición y quien lleva casi treinta años viviendo en Planada, una vereda en la jurisdicción de Sevilla, no encuentra respuesta al por qué se está acabando el agua de la zona. Con su lenguaje coloquial y en un tono algo sentimental se remite al pasado para afirmar, “En 1970 no tocaba casi abonar, la tierra daba todo sola, antes la quebrada botaba bastante agua, pero ahora se ha ido acabando”. Su cultivo de fríjol sembrado en medio de la pendiente, es uno de los más grandes del sector y llega a bordear el pequeño riachuelo que se ve desde la carretera, el río de Oro en su parte alta

Devastar el ecosistema y causar un grave daño al ambiente es cuestión de días, pero la verdadera repercusión de los hechos viene con el tiempo; cuando se eliminan las especies nativas de árboles y se reemplazan por los diferentes plantíos, se pierde el efecto regulador del ambiente, lo que significa que al llover, el agua ya no puede caer en el bosque para realizar su proceso normal, sino que se deposita directamente en los afluentes y aumenta el cauce de manera acelerada. Lo contrario ocurre en época de verano, pues los árboles y cultivos no pueden almacenar agua y la sequía del río es evidente. “Eso y el haber construido infraestructuras viales cerca al cauce fueron los detonantes del desbordamiento de la quebrada Cuellar, afluente del río de Oro, que ocasionó las inundaciones en febrero de 2005 en Girón”, explica Julio Mantilla Ingeniero de la subdirección de recursos naturales de la Cdmb.

Pero la tala y la siembra inapropiada no constituyen los únicos problemas para el Río de Oro. La corriente pasa por Piedecuesta, Girón y Bucaramanga y recibe las descargas de todos los sistemas de aguas residuales que casi la convierten en un cauce séptico. El único municipio que no debería contaminarlo con desechos orgánicos es Floridablanca, pues cuenta con la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales PTAR de Río Frío; sin embargo, la calidad del agua que sale de la planta es inadecuada, razón por la cual EMPAS y CDMB realizan en la actualidad importantes inversiones en la planta.

Según la jefe de la Planta de Tratamiento de Agua Potable de Piedecuestana de Servicios, Yolanda Otero Rodríguez, la manera más eficaz de descontaminar el Río de Oro, sería mediante la construcción y correcta manipulación de las PTARs de cada municipio. En Piedecuesta se espera que el proyecto del Santuario (como se llamará la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales) sea entregado para el 2011.

En el área ocupada por la zona industrial de Girón el río recibe las quebradas que transportan las aguas residuales de la meseta de Bucaramanga; al pasar por este sitio el olor es nauseabundo, el color del agua es casi negro y sus más frecuentes visitantes, aparte de los vecinos del sector, son los gallinazos. El río muere en esta parte del trayecto, sin embargo la corriente y el golpe contra las piedras logran recuperarlo, de modo que cuando pasa por el puente Nariño, en inmediaciones de Villas de San Ignacio, (la nueva urbanización para los damnificados de la ola invernal), la gente utiliza sus aguas para dar de beber a los animales y lavar sus utensilios.

Transcurren algunos kilómetros hasta que el Río de Oro hace entrega de sus aguas al río Suratá; para apreciar la conformación del río Lebrija es necesario atravesar el túnel de la antigua estación del tren en Café Madrid. Aguas abajo está el embalse de Bocas, construido por la Electrificadora de Santander en el año de 1950. El ingeniero Mantilla de Recursos Naturales de la Cdmb, asegura que este embalse funciona como planta de aguas residuales, pues las bacterias se acumulan en aquel sitio y comen los residuos del agua represada. Pero el antiguo embalse no es del todo bueno, pues según Mantilla cuando se acumulan sedimentos y otras sustancias que enturbian el agua, las compuertas del embalse deben ser levantadas para limpiarlo y toda esa contaminación va a parar a los afluentes y humedales cercanos, entre ellos el Río de Oro.

Tal vez algún día se le vea transitar limpio y oxigenado, por ahora 60 estaciones de monitoreo instaladas en las corrientes identificadas como las más importantes, intentan evaluar los resultados de sus aguas para salvarle la vida a la red fluvial más importante de Bucaramanga y su área metropolitana.



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